En los últimos años se ha instaurado el término “depresión blanca” para referirse a un estado patológico caracterizado por la apatía, la inactividad o la indiferencia. Una sensación de pérdida de rumbo y del sentido de la vida. Esta patología se da en una gran cantidad de niños, adolescentes, adultos jóvenes y también en ancianos. La principal característica es que la persona que la padece no es consciente de que sufre un trastorno depresivo.
Si te sientes identificado o conoces a alguien a quien pueda ayudar este artículo, quédate a leerlo hasta el final.
Contenidos del artículo.
Principales síntomas.
La depresión no siempre es visible. Hay personas que presentan un estado de irritabilidad, enfado, mal humor, e incomodidad con todo lo que les rodea y muchas veces achacan este estado de ánimo a su propia personalidad de base y no al producto de una depresión.
Estas personas viven su día a día adaptadas a lo que ellos creen que es un modo “normal” de vida y si alguna situación no es les resulta agradable, se convencen de que es así porque están forzadas por las circunstancias cotidianas. Viven sin disfrutar de la vida y sin encontrar sentido alguno a sus actividades diarias. Son personas que están deprimidas y no son conscientes de ello.
Esta “depresión blanca” se manifiesta principalmente canalizada en el ámbito de las relaciones interpersonales, es decir, con personas cercanas, como la pareja, la familia o los amigos.
Las personas que padecen depresión blanca suelen tener una vida aparentemente normal, desarrollan sus estudios, trabajo, establecen relaciones de amistad y familiares. Sin embargo, al ahondar un poco más en su personalidad y conocerlos mejor, es fácil darse cuenta de conductas extrañas, como que nada les angustia en exceso, pero tampoco nada les alegra demasiado. Tienen dificultades para identificar sus sentimientos y sus estados afectivos con otras personas. Son personas a las que les cuesta trabajo el acercamiento con los demás, hacer nuevas amistades y relaciones, pero al mismo tiempo, son personas que generan un vínculo de dependencia muy grande con sus parejas, familiares y amigos, por lo que la idea de una ruptura de sus relaciones o una separación les genera un gran rechazo e inquietud.
Por lo general es común que se manifiesten una serie de síntomas que tienen que ver con la indiferencia, el desinterés, la apatía, el aburrimiento. Se quejan de dificultad para pensar e incluso de recordar vivencias. Les cuesta trabajo reflexionar sobre si mismos, basan su vida sobre un “No sé”. Parece que la vida les da igual y esto les permite sobrellevarla. Pero la persona no es consciente de que sufre un trastorno depresivo, sino que lo achaca a su propia forma de ser.
Causas de la “depresión blanca”
La “depresión blanca” se presenta de forma más frecuente en niños, adolescentes, adultos jóvenes y en ancianos.
En los niños la inactividad, la no interacción con sus compañeros o el desinterés por la mayoría de las actividades que suelen ser comunes en la infancia, puede ser un indicador claro de esta patología
Las causas por las que un niño puede padecer este tipo de depresión pueden ser múltiples, entre ellas, puede estar la separación traumática de los padres, situaciones de acoso escolar o aislamiento social.
Una de las causas principales de que los jóvenes la padezcan a menudo es debido a la realidad socioeconómica y cultural en que vivimos en la actualidad.
La dificultad de encontrar un trabajo estable, adecuado a sus niveles de estudios o preparación y que les permita plantear perspectivas de futuro. La percepción que tienen los jóvenes de no poder conseguir las metas que la sociedad le señala como símbolos de éxito, pero a la vez les niega. Circunstancias que están estrechamente relacionadas con la autorrealización personal.
En los ancianos se debe a un sentimiento de vacío y de vulnerabilidad. Los rápidos cambios sociales a los que les resulta difícil adaptarse. Una sociedad que les aísla y donde no interesa su experiencia y conocimientos. La idea de sentirse incomprendidos y abandonados, de no importarles a nadie.
Esto no les impide realizar una vida “normal”. No están hundidos emocionalmente, incapaces de salir de la cama, pero tienen un estado de tristeza permanente.
Diferencia entre la depresión “tradicional” y la depresión “blanca”
Por norma general, cuando una persona con depresión “tradicional” acude a terapia, habla de sus sentimientos, de la tristeza que siente y de sus problemas para disfrutar de la vida. También puede acudir a terapia por episodios de ansiedad o alguna fobia.
En cambio, en la “depresión blanca”, quien acude a terapia, no acude por tristeza o por su estado de irritabilidad. Sino por otros aspectos de su vida o empujado por terceras personas. Y es poco a poco, a través de la relación que se establece entre terapeuta y paciente cuando el doctor descubre que pasa algo más.
La “depresión blanca” puede ser igual o más destructiva que la depresión “tradicional”, ya que la persona afectada no es consciente que padece un trastorno que le afecta a su vida diaria y no encuentra motivo alguno para acudir a terapia. En este caso, es posible que este estado se mantenga por largos periodos de tiempo o incluso durante toda la vida. Esta situación acarrea que la persona tenga una vida que no le permita disfrutar de ella, con dificultades en las relaciones e incluso pudiendo llegar a enfermar a nivel físico debido a la somatización por esta visión negativa de la realidad.
Si te sientes identificado con estos síntomas, o conoces a alguien en quien veas reflejada esta patología, pide ayuda profesional para resolver estos problemas.
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